Chris Meltzer - Columnista de DPA
Aunque bien es cierto que volar causa miedo a muchos, las estadísticas certifican que volar es seguro. Sin embargo, siempre hay aviones que desaparecen con personas a bordo y no sólo sobre el océano. Por casi dos semanas no se supo nada de un avión que había desaparecido en medio de una tormenta en Perú. De repente, a muchos kilómetros de su ruta apareció una joven que salía de la selva. La muchacha de 17 años, Julia Koepcke, había sobrevivido en la Nochebuena de 1971 el siniestro con un cuatrimotor Electra. Su madre murió y durante once días, con huesos rotos, sandalias y un vestido de verano recorrió la selva. Fue la única superviviente de las 92 personas que iban a bordo.
En el mundo mueren por accidentes de aviones una media de entre 500 y 1.000 personas por año, muchas menos que en las carreteras españolas, por poner un ejemplo. Y a pesar del miedo, millones de personas se suben a un avión. Pero estos incidentes ocurrían ya antes de que existieran aviones: En 1856 desapareció Matías Pérez con su globo cuando sobrevolaba Cuba. Nunca se encontró el globo ni tampoco se volvió a ver a Pérez, pero los cubanos hoy en día siguen diciendo cuando algo desaparece: “Voló como Matías Pérez”.
En la historia de la aviación hay cientos de casos de aviones que desaparecieron para siempre o que se encontraron años después. Por ejemplo, el caso del explorador Roald Amundsen. Aun hoy la Marina noruega busca el avión en el que viajaba, que desapareció en el Ártico en 1928. O el de la piloto Amelia Earhart, que en 1937, cuando intentaba dar la vuelta al mundo, desapareció en el Pacífico. ¿Fue alcanzada la piloto estadounidense por los japoneses porque espiaba para Washington? ¿O sencillamente sobrestimó la pionera de la aviación su Lockheed?
Durante décadas se buscó el avión de Antoine de Saint-Exupéry. En julio de 1944 no regresó de un vuelo de reconocimiento. En 1998 un pescador encontró entre sus redes una pulsera del escritor francés, autor de “El Principito”, y dos años después una expedición encontró el fuselaje. Habían pasado 56 años desde el accidente.
El vuelo de Glen Miller
Tampoco nunca más se supo de Glen Miller. El legendario músico de jazz desapareció en 1944 -durante la Segunda Guerra Mundial- cuando volaba desde Inglaterra a París. Probablemente su pequeño avión fue alcanzado por las bombas que los aviones de los aliados tenían que soltar sobre el Canal de la Mancha. Igual que el Triángulo de las Bermudas, donde a fines de 1945 se esfumaron cinco bombarderos de la Marina de Estados Unidos y después el avión de búsqueda que intentaba encontrar su rastro. Ni de los aparatos ni de la tripulación se supo nunca más.
En 1972, el avión Fairchild Hiller 227 en el que viajaban 45 personas, entre ellas un equipo de rugby uruguayo, se estrelló en los Andes y parte de los pasajeros sobrevivieron 72 días a pesar de las condiciones extremas y las temperaturas bajo cero.
En el año 2000 se descubrió en Argentina un Lancastrian que se había estrellado y al que habían estado buscando durante 53 años. El que nunca fue encontrado fue el vuelo TC-48 de la Fuerza Aérea argentina que se esfumó mientras sobrevolaba Costa Rica en 1965.
En la noche del 1 de junio de 2009 desapareció un avión en el Atlántico. No era ningún aparato pequeño sino un Airbus de Air France con pilotos experimentados. Francia, Brasil y Estados Unidos rastrearon con aviones, barcos científicos, robots submarinos y hasta submarinos nucleares. Duró dos años y costó decenas de millones de dólares hasta que se consiguieron extraer las cajas negras.